El Congreso de 1824

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La desunión de las provincias suponía ventajas concretas para Buenos Aires, la más rica de ellas. Sin embargo, la ausencia de un Estado centralizado creaba también dificultades en las relaciones internacionales. Inglaterra deseaba firmar un tratado, en el cual, además de reconocer la independencia de ex colonia, se acordaran mutuas ventajas comerciales. Dada la situación política, no encontraba un interlocutor con el cual dialogar, ni un marco legal que sirviera para fijar las condiciones para comerciar.

Finalmente, se convocó a un Congreso General Constituyente en 1824. Esto, se reunió para intentar, una vez más, organizar a la nueva nación y unificaría. No era esta la primera iniciativa en ese sentido: el tratado interprovicional de Benegas (1820) y del Cuadrilátero (1822) habían tratado de reunir a las provincias en un congreso, pero habían fracasado.

El Congreso que se reunió en Buenos Aires contaba con una amplia mayoría de porteños, ya que los representantes de cada provincia no debían ser obligatoriamente oriundos del lugar. Se sancionaron algunas disposiciones que prácticamente no tuvieron aplicación, como la Ley Fundamental, la ley de la Presidencia, la ley de Capitalización y, finalmente, la Constitución de 1826, que fue rechazada por el resto de las provincias porque la existencia de un desacuerdo sobre quien debía ejercer la soberanía del nuevo Estado. Los unitarios creían que la soberanía le correspondía a la nación y los federales en las provincias autónomas.

La Ley Fundamental delegaba el Poder Ejecutivo en la provincia de Buenos Aires, que quedaría a cargo de las relaciones exteriores, algo muy importante ante una posible guerra con el Brasil, la ley permitía a las provincias gobernarse a través de sus propias instituciones hasta la sanción de la Constitución Nacional.

La Ley de Presidencia designo como primer presidente argentino a Rivadavia, que asumió en un clima de graves tensiones internas y conflictos externos.

La ley de Capitalización también genero largos debates, ya que separaba la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores del resto de la provincia. Esto suponía un reconocimiento de la suportad porteña en el progreso de unificación e imprecaba quitarle la mayoría de los recursos a la provincia de Buenos Aires. Loa federales se opusieron fuertemente al proyecto de capitalización, pero también hicieron algunos unitarios.

Mientras en la Banda Oriental una expedición militar dirigida por Juan Lavalleja logró la adhesión de la compaña uruguaya e importantes victorias sobre los brasileños. Tras el éxito de Lavalleja en 1825, el Congreso acepto la incorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas. Esto equivalía a una declaración de guerra porque el emperador brasileño no estaba dispuesto a cederla.

El conflicto prometía prolongarse y afectar los intereses económicos locales y de los comerciantes ingleses, que comenzaron a presionar para acelerar el fin de la guerra. Esta urgencia por concluir el conflicto bélico, sumada a la presión británica, llevo a Manuel García a firmar el tratado que restituyo la Banda Oriental al Imperio Brasileño, comprometiéndose, ademas, a retirar las tropas de inmediato. La paz humillante que se había conseguido obligo a Rivadavia a renunciar a la presidencia. El breve periodo de unidad política había finalizado, el Congreso carecía de apoyo, incluso entre los mismos unitarios. Manuel Dorrego, gobernador federal de Buenos Aires, luego de la renuncia de Rivadavia, anulo la Constitución, reconoció la autonomía de las provincias y renegocio las condiciones de la paz. El conflicto se resolvió con la instauración de un Estado independiente: la Banda Oriental del Uruguay.

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