La situación en Río de la Plata y el debilitamiento del poder español en América
En Río de la Plata no todos recibían con igual ánimo las noticias europeas: lo que para unos era motivos de alegría, para otros era motivo de preocupación. Pero lo que para todos estaba bien claro era que lo que sucediese en Europa tendría un efecto fundamental sobre estas sobre estas tierras.
En Buenos Aires, después del segundo fracaso de Sobremonte por defender a los ingleses, se había nombrado el nuevo virrey: Santiago de Liniers.
Liniers era el favorito de los criollos. Los españoles, en cambio, lo miraban con malos ojos: le echaban era cara su origen francés y por rodearse de criollos. El gobierno de Montevideo; Elio, se negó a obedecerlo. En Buenos Aires se formaron los bandos: uno que se apoyaba a Liniers y otro que se le entraba. Los adversarios de Liniers tenían por jefe a Martín de Alzaga. La autoridad española se había desmoronado y todos en la colonia se hacían la misma pregunta: ¿quién controlaría el poder? La respuesta era obvia: el que dominaba las milicias dominaría la ciudad.
Pero dominar las milicias no era tan sencillo. Había que persuadir a los milicianos, que no eran otros que los pobladores de la ciudad, a los que les gustaba discutir las distintas posiciones y no estaban dispuestos a aceptar pasivamente ningún mando.
A los largo de 1808 y 1809 ninguno de los dos bandos en pugna estaban seguro de su éxito ya que no se sabia cómo acabaría los sucesos en Europa: ¿seguirían dominado los franceses a los españoles o Fernando VII quedaría en libertad? Las tensiones entre criollos y españoles se acrecentaban.
El 1º de enero de 1809 los españoles de Buenos Aires, con el apoyo de los milicianos españoles pidieron la renuncia de Liniers. Ya estaba Liniers por anunciar su dimisión cuando llegaron a la plaza los milicianos criollos: el regimiento de Patricios. Los criollos obligaron a los españoles a rendirse y repusieron al virrey.
A partir de entonces, los criollos empezaron a dominar la situación. Los jefes rebeldes fueron a la cárcel y los regimientos de milicianos españoles fueron disueltos.
Sin embargo, Santiago de Liniers aconsejaba prudencia, ya que no estaban dadas las condiciones para establecer un gobierno separado de España en el Río de la Plata. Como ese era el pensamiento general de los criollos, en marzo de 1809 la junta de Sevilla nombro a Baltazar Hidalgo de Cisneros como nuevo virrey, Liniers se retiro y todos acataron sin protestar la nueva designación.
Cisneros restableció los regimientos de milicianos españoles y otorgo la libertad al jefe de estas milicias. Pero el levantamiento de los criollos en el Alto Perú lo privo de fondos para el funcionamiento del virreinato. Fue por eso que acepto la solución que le propusieron los comerciantes criollos: autorizar el libre comercio con los distintos estados y recaudar dinero a través de la aduana. Sin embargo, los comerciantes españoles se opusieron, ya que perdían los privilegios del monopolio español.